
La actuación económica de este Gobierno, ha consistido básicamente en favorecer una gigantesca transferencia de los recursos del país para sostener a los bancos. Primero para tapar los agujeros que generaron con sus maniobras especulativas y después para pagar los intereses de una deuda que justamente está en manos de ellos mismos. Vivimos en un casino de opereta donde la bola de la ruleta está trucada y un “croupier” sin gracia canta siempre la misma cantinela: ¡Todo para la banca!
Los humanistas afirmamos que no hay ninguna salida en esa dirección. La situación se irá haciendo más conflictiva para el conjunto de la población y para cada individuo. Este sistema ya ha fracasado irremediablemente. Y también los modelos y creencias en que se apoyaba: el dinero como valor central, el individualismo, el pragmatismo, la obediencia a lo establecido. Pero una huelga general, o cualquier otro tipo de protesta o intento de transformar la sociedad no irá muy lejos si no se apunta a un nuevo paradigma: considerar al ser humano como valor central.
En las circunstancias actuales, esto significa priorizar una salud y una educación públicas, gratuitas y universales frente a la desigualdad actual, devolver al pueblo el poder de decisión que le ha sido negado construyendo una democracia real desde la basada en las unidades vecinales, equilibrar la relación entre capital y trabajo mediante la participación de los trabajadores en los beneficios y en la toma de decisiones de la empresa, crear una banca pública sin intereses que elimine la especulación y la usura del capital financiero que se adueña de personas, empresas y países, promover un proceso de desarme progresivo y proporcional que suprima completamente las armas nucleares y cuidar el medio ambiente mediante el desarrollo de energías renovables.
No podemos esperar que los que generaron esta situación nos saquen de ella. Ellos son parte del problema y no de la solución. Es el momento de los pueblos y de los individuos que trabajan diariamente para construir un futuro diferente, que anónimamente ayudan a construir los conjuntos humanos capaces de hacerse cargo de la situación. Ahora es posible crear un nuevo tejido social y un nuevo vínculo entre las personas, y construir algo nuevo.
Para ello cada uno deberíamos preguntarnos si queremos vivir y en que condiciones queremos vivir, y que estamos dispuestos a hacer para conseguirlo. Es esa posibilidad de elegir entre condiciones la que nos define como seres humanos y no como máquinas o instrumentos de las elecciones de otros.